La inevitable consecuencia de partir nueces
Y un día me descubro pidiéndole a los de allá arriba... - Venga va... Sois unos cuantos por ahí, estoy segura que entre todos podéis echarme un cable. Me habéis pasado unas cuantas herencias a mala fé; una nariz grande, unos pechos pequeños, un 40 de pie (yo en Japón sería considerada como un monstruo y me sacrificarían en la plaza del pueblo para diversión de niños y adultos), cierta tendencia a la confusión y atracción por lo revuelto y sobre todo, sobre todo, facilidad para ovular de dos en dos. Así que ya podéis poneros en serio a arreglar este desaguisado. ¡Mandarme señales claras, joder! Y así fue. Me dieron dos tazas de señales. Por todos los lados y en todos los idiomas. Señales que me golpearon en toda la cara, que me hicieron daño y me dejaron con el culo al aire. Señales que me quemaron, que lo emborronaron todo aun más, que me llevaron a tocar fondo. Me había estado presionando, obligando y esforzando tanto por endulzar lo amargo que me olvidé de ser firme y razona