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Mostrando entradas de 2021

No se puede más

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El tocadiscos da vueltas y hay una luz dorada preciosa, trágica. Pones la palma de la mano hacia arriba sobre mi pierna y abres los dedos como una estrella de mar. Cojo tu mano y nuestros dedos encajan perfectos como si fueran los cilios de una planta carnívora. Te levantas y tiras de mí. El viejo vinilo suena, aunque más que sonar se queja, mientras la madera cruje bajo nuestros pies descalzos, indefensos, improvistos. Cerramos los ojos y empezamos a dar vueltas, una, dos, cuatro, siete, como las siete veces que te sentaste a los pies de mi cama. Siete ramos de rosas, siete te quieros escritos en siete tarjetas, siete  no lo hemos hecho tan mal, siete no puedo más, siete pasos hasta la puerta.  Hemos viajado en el tiempo de espaldas, resbalando  por los días líquidos, cegados por una bruma de terciopelo por la que nos dejábamos arropar. Amantes sin raíces y sin planes. Volando en círculos, perdiendo el tiempo, haciendo nada con el fuego de los primeros años.  Has de saber que la oscur

El cazador y la mujer pájaro

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A las 3 de la madrugada se levantó y se fue a dormir al sofá. Llevaba horas haciendo giros de 180 grados y encogiéndose en su lado de la cama para no tocar la piel del que yacía a su lado. No soportaba más el calor humano. Como una exiliada que coge solo lo necesario, agarró su almohada como una maleta y recorrió el pasillo que a esas horas parecía un callejón en penumbra. Se recostó bocarriba en el sillón y lo notó desnivelado,  por lo que tendría que dormir el resto de la noche sintiendo que el respaldo tiraba de ella para engullirla. Si ese era el precio del destierro, le parecía barato. Esa noche habían salido a cenar. Pensó que podrían charlar de sus cosas, tomar una buena cena, un vino, hablar de música, de libros, de la vida, del futuro, del futuro de sus vidas. Le miró y se dio cuenta de que estaba más guapo de lo normal y que le quedaba muy bien la camisa de cuadros. Pensó que podría volver a enamorarse. Por lo menos lo intentaría.  - ¿Te parece bien la torre de verduritas y l

Oh, nada

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Nunca te lo dije. ¿Cómo iba a decírtelo? Soy demasiado. Para todo. No te follan, te los follas. Así me va. Eres fuerte. Inspiras. Y así me va. Por eso cuando acaba la performance me siento en el sofá a oscuras, cubro mi cara con mis manos y rezo para que mañana nadie se acuerde de lo que ha pasado, de lo que he dicho. Ni siquiera yo. Empatizar con los complejos de los demás menos con los míos. Entrar en la oscuridad de otros, conocer sus monstruos, entenderlos. Verles temblar, sangrar y morirse de miedo para luego temblar, sangrar y morirme de miedo sola con las sábanas manchadas. Me pongo la corona y me paseo desnuda por mi gueto. Es mi show. Yo lo he elegido y no hay nadie a quién pueda señalar con el dedo. No hay buenas noches, bueno, no hay que pedir perdón tampoco.  Ya he llegado. Me muero de sueño. Hablamos. Un beso. Y que parezca que no ha ocurrido nada para empezar desde la nada otra vez. Otro mensaje. Otra botella de vino vacía. Y mientras me meto en el fango, mientras me mojo

Me pido ser María Magdalena

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Un par de madalenas de chocolate era lo único que necesitábamos para pasarnos la tarde filosofando. Los hidratos se nos acumulaban en las caderas pero éramos felices. No nos importaba mucho el transcurrir de los días, era como vivir en la hora del vermut todo el tiempo. La vida era un plato de bravas en la Plaza del Sol, una tarde escuchando a Vetusta Morla, un camarero invitándonos a otra ronda o un bizcocho en el parque después del cole. La vida era una fiesta, nuestra fiesta. Y los demás solo podían mirar. Nos movíamos en una amplia gama de grises, todo podía ocurrir. Lo que hoy no era mañana podía serlo. Ahora estábamos aquí y más tarde en otro sitio, en Francia, en Barcelona o en un antro viendo tocar a un tal Nelson Poblete, que debía de ser un tío conocido, pero que a nosotras nos daba igual. Si había bajada de hormonas nos pasábamos el día a base de tostadas con mantequilla y mermelada, si había subida, también. Y risas, muchas risas, y secretos y palmadas y música a la hora

Somos a veces

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A veces buscamos refugios de plástico para sentirnos queribles abrazables besables, a veces nos buscan como refugio a nosotros. A veces estamos en historias que empiezan siendo finales y a veces los finales empiezan siendo historias. A veces cerramos las ojos para perdernos a propósito, a veces para que nos encuentren, a veces para encontrar a otros. A veces permanecemos inmóviles porque el miedo nos agarra por los tobillos y no somos capaces de encontrar la llave que nos libere. A veces no nos la dan, a veces no la cogemos. A veces escondemos nuestro corazón en el fondo del océano, a veces para que nadie pueda llegar hasta él, a veces  para exigirle a alguien que llegue. A veces somos el aire, otras la hoja que cae. A veces somos el vacío, a veces el fastidio. A veces queremos aprender, otras ignorar. A veces queremos tener y estar y otras queremos dejar y huir. A veces también tenemos que huir para dejar estar. A veces hay que buscar secretos en los cajones y otras son letreros de ne

Miscelánea

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Tengo que dejar de tirar piedras a los tejados. Tengo que soltar. Darte las gracias y soltar. Decirte adiós y soltar. Vaya bien y soltar. Un placer haberte conocido y soltar.  Los vecinos del primero están haciendo reformas en el piso, ¿quién se lo podía imaginar, eh? Se pasaban el día gritándose. Para todo. ¿¿¡¡Nerea quieres café!!?? ¡¡Nerea el gato se ha cagado en el sofá!! ¡¡Nerea pasa por el súper y compra leche!! ¡¡Nerea a mí no me chilles!! Era imposible no imaginarse sus vidas como un castigo que el karma les había impuesto. No parecían estar bien ni ser felices. No parecían quererse. Y ahora están haciendo reformas. Un día se sentaron, hablaron y llegaron a la conclusión de que era buena idea dejar de vivir en lo metafísico y materializar algún que otro estereotipo. Por qué no. Esas cosas fan caliu, como dirías tú. Unen. Tengo que dejar de hablar de ti. Tengo que soltar. Dejar de esperar y soltar. Desangrarme y soltar. Tengo que dejar de decir tengo que. Hoy le he dado un golpe

Estado provisional permanente

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Iba a ser infinito y ha sido un viaje para dos en asientos diferentes. Has hecho bien, en elegir digo. Yo, tan intensa, tan actriz de dramas, no pude hacerlo. Quisiera sentir lo que tú sientes y entenderte, ser amable, paciente y comprensiva, ceder hasta que me rompa con una sonrisa en la cara. Me gustaría acostumbrarme a ver la maleta siempre abierta y tus camisetas más viejas en los cajones. Dejarte ir feliz, sin rencores ni preguntas y decirte desde la serenidad y la calma como un budista subido a una montaña que todo está bien, sí, y que podemos seguir en este estado provisional el tiempo que necesites, no sé, la eternidad mismamente, por redondear. Pero vaya por Dios, esos putos dones no me fueron concedidos. Le decía a una amiga que me da miedo estar sola, pero la verdad es que me da mucho más miedo viajar con alguien que no está. En realidad siempre supe que no vendrías, y no porque pusieras a trabajar la sinceridad, sino porque era algo que decías en silencio y a lo mejor hasta