Solsticios y vacíos
Más horas de luz para que el vacío de los días dure tanto como una insoportable tarde de agosto. No es mala la intención pero al final todo termina saliendo. Despecho se llama el vino que acabo de abrir. Son las 21:44 y las golondrinas son las dueñas del cielo, no hay estrellas. Hay luz, eso sí. Mucha luz aún. Y también hay ese vacío que habita en las profundidades de las que nos da miedo casi todo. Miedo a perder, a ganar, a estar, a desaparecer, a que no te quieran y a que te quieran mucho también. Noches de despecho y hastío. Hoy no se duerme, lo presiento. Las cicatrices no se secan al sol, apareces con ellas en cada nuevo duelo al amanecer. Las pistolas cargadas, el vacío y los días infinitos. Que no falten horas para que en los huesos se noten los años que llevas culpándote de todo. Ahí, que duela. Que se sientan las heridas de abandono, de no ser suficiente, la autoestima hecha mierda y los dolores de rodilla. Se pierde paciencia con la vejez. Llevo tiempo dándome cuenta. Cada a...