Solsticios y vacíos
Más horas de luz para que el vacío de los días dure tanto como una insoportable tarde de agosto. No es mala la intención pero al final todo termina saliendo. Despecho se llama el vino que acabo de abrir. Son las 21:44 y las golondrinas son las dueñas del cielo, no hay estrellas. Hay luz, eso sí. Mucha luz aún. Y también hay ese vacío que habita en las profundidades de las que nos da miedo casi todo.
Miedo a perder, a ganar, a estar, a desaparecer, a que no te quieran y a que te quieran mucho también. Noches de despecho y hastío. Hoy no se duerme, lo presiento. Las cicatrices no se secan al sol, apareces con ellas en cada nuevo duelo al amanecer. Las pistolas cargadas, el vacío y los días infinitos. Que no falten horas para que en los huesos se noten los años que llevas culpándote de todo. Ahí, que duela. Que se sientan las heridas de abandono, de no ser suficiente, la autoestima hecha mierda y los dolores de rodilla. Se pierde paciencia con la vejez. Llevo tiempo dándome cuenta. Cada año es peor que el anterior, más insoportable, más intolerante, más impaciente.. Más peor persona.
Me duelen tantas cosas que vivo en un estado de instinto de supervivencia permanente. Esos alfileres.. alguna vez he hablado de ellos, invisibles al ojo humano pero no al alma, y que cuando se clavan, hacen un poco más afilado e insoportable el ruido metálico que hace el vacío cuando es arrastrado por el suelo del supermercado de camino al pasillo de los licores. Me siento mala gente hoy. La reina de la guillotina. Me pregunto si estaría con alguien como yo y por supuesto que no, pero tampoco estaría con alguien como tú. A ver si voy a ser yo la única que ha venido al mundo a cortar cuellos y a joderle la vida a otros. Ni que fuera tan especial.
No sé estar bien. No sé ser feliz. No sé dónde está mi mejor versión. Quizá colgada de la puerta entreabierta de algún día de otoño. Mañana será otro día. Otro día más para ahogarse con la sangre de los castigos y la mala memoria. Voy a esconderme un rato, me gusta estar sola cuando practico el noble arte de no competir por ser buena persona.

Comentarios
La luz que mencionas no alumbra, quema. Y ese vacío que se arrastra por los pasillos no es silencio, es grito contenido.
No estás sola en ese arte de no competir por ser buena persona. A veces, simplemente sobrevivir ya es suficiente.
Las cicatrices no se secan, es cierto. Pero también es cierto que no todas duelen igual para siempre. Algunas se vuelven mapa, otras se borran sin aviso.
Y aunque hoy no se duerma, aunque el vino se llame despecho y el cielo esté sin estrellas, hay algo en ti que sigue escribiendo.
Eso, aunque no lo parezca, es resistencia.
Y eso también es belleza.