Breve y pequeño seísmo de última hora

Más allá del fondo, más abajo aun, el desastre se abrió paso como una grieta en algún punto de no retorno del que es mejor no acordarse. Recorrió mi cuerpo de debutante confesa que finge que andar sobre cristales no corta la piel ni los huesos, que no disecciona por dentro. 
Busco un lugar donde asumir mi condición de ser caleidoscópico, ordenar por las mañanas las razones para no volver a llamarte por tamaños y colores y por las noches, buscar con la lengua las sobras de la última ofrenda, del último sitio donde te puse el altar. Pasar de la rabia a la tristeza, dejar que se marche cuando llegue el verano y si con el frío y mudo invierno no vuelve, en el mejor de los casos acordarme de ti como un arañazo, en el peor, no lo sé. 
Fuimos polvo suspendido en la nada moviéndonos al compás de nuestras propias corrientes de aire, estuvimos todo lo cerca que se pudo estar, que no es poco para no haber sido nada, para no importarle ni a los pájaros. Ni un suspiro, ni un ay! No le importábamos a nadie, no nos importábamos tampoco. 
Todos los días levanto muros con tal de que no veas mis labios temblar. ¿Dónde estará ese lugar? ¿Dónde?¿Y si sí me importaba? ¡Silencio! ¡Quiero muros más altos!
No te quiero más porque quemas, porque tu voz es la música que me hace seguirte hasta el río, porque por esto no. ¿Por Esto? ¿Qué es Esto? ¿Quién es Esto? Y el Esto brilló como un puñal, lo vi en tus ojos, tus ojos oscuros y fríos. Miré al suelo y todo encajó, ya no había duda, no lo vi venir, el Esto era yo.  



































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