No se puede más
Hemos viajado en el tiempo de espaldas, resbalando por los días líquidos, cegados por una bruma de terciopelo por la que nos dejábamos arropar. Amantes sin raíces y sin planes. Volando en círculos, perdiendo el tiempo, haciendo nada con el fuego de los primeros años.
Has de saber que la oscuridad y el hambre que dejas no me dan miedo. Ni siquiera esta habitación donde las risas enlatadas flotan como plumas me asusta ya. Me dejaste un agujero por donde el viento pasa y el sol se pone, pero contigo olvidé algunas caras y eso en todos los sentidos es más de lo que habría imaginado.
La realidad y yo últimamente cenamos juntas y vaciamos un par de copas de vino mientras hablamos de viejas colisiones que suelo apuntar en mi lista de abismos para repasarla cuando la noche se me presenta difícil de comprender. Porque qué difícil es comprender.
Nunca escuchábamos canciones, solo el eco de tu país y tu lengua rebotando en los muros de piedra seca que construimos. Las ausencias perdonémoslas, el frío de algún gesto a ciertas horas, a ciertos ratos, habría que perdonarlo también. Aspiro a no estorbarte, a no ser una trampa en tu camino y espero lo mismo de vuelta.
Siete puentes de plata, siete candados, siete veces siete.
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