Partes oscuras

A veces los recuerdos me sirven para creerme un poco más cerca de lo lejos. Alguna noche así como más negra, que no tengo que parecer emocionalmente estable ni ser sociable, que puedo ponerme a hacer aviones de papel y escuchar canciones que me quemen, me inyecto una dosis mortal de pasado y todos mis yoes desparramados se vuelven a juntar.

El tiempo se para en algún punto más atrás y es otro día, otra hora y otra habitación. Esa canción. Tú. Esa canción. Tú. Noviembre huele distinto de camino a casa cuando acabas de joderle la vida a alguien. Como si tirara de mí un cable de acero, me esfuerzo por llegar a donde sea que tenga que hacerlo, convencida de que hay algo mejor esperándome al final del túnel. Pero no llego. No llega. No tiene prisa por llegar. Lo que has vivido, lo que has tocado, te acompaña. Siempre. Luego está la manera en la que te lo conjugas, la manera en la que consigues que no se note nada. Paso la página pero en la siguiente también estás tú. Otra página. Tú. Otra página. Tú.

Hay balcones que ya no me producen una descarga eléctrica cuando los miro, prefiero cerrar los ojos y tranquilamente sentirme igual de idiota que cuando creía que esta vez sí, me tocaba a mí.
Todos llevamos algo dentro que duele tanto y da tanto miedo que vivimos tropezando con lo mismo una y otra vez fingiendo que es la primera vez que pasa. El pasado, qué cómodo es, pero sin precipicios la vida solo es tiempo gastado camuflando las intenciones. 

Hay que volver, cada uno de esos yoes tiene que regresar al lugar al que pertenece. Estoy aquí otra vez, sobre mis rodillas y haciendo recuento de daños. Todo mal, pero bien. Es más que suficiente creo yo, podemos continuar, total, este invierno no va a acabar nunca. 











Comentarios

Anónimo ha dicho que…
El invierno no es para siempre… y menos en Barcelona.
Viva la libertad, carajo!

Entradas populares de este blog

No se puede más

Tristeza a las 11:19