Daguerrotipias
Perro no come perro. Pero perro sí come los restos que deja otro perro. Un animal herido es más fácil de encerrar. Quise preguntar más pero fue suficiente. La realidad estaba ahí, el perro estaba ahí, queriendo dedicarme un día entero para mí sola después de que otro de su manada ejecutara su simulacro de caza. Debí parecerles a ambos, supongo, vulnerable y débil.
Les vi desplegar sus alas para exhibir sus vistosas y brillantes plumas y mostrar sus colmillos más grandes que los de otros candidatos. Ellos. Vosotros. Me enseñaísteis vuestro poder a través de lo que poseéis, que no siempre es material, a veces es una hipérbole de misteriosas habilidades que nunca nadie conoció y que solo habitan en la mente de quién cree tenerlas.
Pero sí. Pasó. Y lo odio. Odio algunas veces, como decía Sylvia Plath, ser mujer.
Todo esto me ha hecho reflexionar en los precios a pagar por serlo pero sin haber aprendido a serlo. ¿Me explico? Porque.. ¿Y si nunca necesité un amo? ¿Y si todo este tiempo me he estado obligando, sin saberlo, sin quererlo, a ser una propiedad? ¿Y si soy yo la ama de la propiedad?
No tengo recuerdos de necesitar que me abrazaran, pero sí de la angustia que me producía la condescendencia en los ojos de quien me percibía como una sombra perdida buscando un cuerpo al que seguir. ¿Es posible, incluso en estos tiempos, ser una mujer resbaladiza que ama las ausencias y huye de las presencias, sin ser una versión fallida o el error de cálculo del azar y la casualidad?
Este patrón deliberado y persistente que me acompaña y que ha golpeado, desde siempre, mi idea del amor hasta hacerme entender, con imperativo categórico, que todo lo que le di a otros era para mí. Quizá eso sea todo y todo lo que mi cuerpo pida saber. Que nunca les necesité y una mujer que no necesita es peligrosa y distorsionada. Ahora puedo verlo, y si puedo verlo puedo aceptarlo. Que me basta sólo con unas pocas personas a mi alrededor, espolvoreadas como estrellas, una aquí y otra allá, brillando en el mismo espacio y al mismo tiempo pero sin tocarse.
Elijo lo que no va a ser porque el tener me resulta asfixiante. Elijo lo inalcanzable, lo que no puede quedarse y lo elijo sabiendo que en el único lugar donde quiero que sea es en mi cabeza. El orgullo de no ser de nadie. De habitar sólo en lo que no es porque en el fondo no quiero que sea. Aún cuando sentí una profunda devoción por alguien, una vez, dos quizás, el deseo de la desposesión lo envolvía todo. Querer no tener es la fatal contradicción de mi existencia, como una jaula con la puerta abierta, como la pared y la grieta.
Ah sí.. El perro. Aún a trozos, era demasiado para él. Y para los que fueron. Y para los que serán. Porque no se puede domesticar a una mujer libre y fugaz, que no le importa de dónde vino ni a donde va. No se puede tener a alguien que no teme perderlo todo. Simplemente, no es posible.

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