Bakcheia
Cierra los ojos. Pide un deseo. Hay una fiesta para tí... Y siete horas más tarde estábamos en Barcelona. Entramos infinitas en un carruaje azul como el océano y la fortaleza de setenta y cinco caballos que sólo pidieron una vez de beber.. Ya de noche, la ciudad condal se arrodilló ante nosotras; nos mostró su silencio, sus calles mojadas, sus laberintos y en agradecimiento, rescatamos a un alma ebria.
En busca de un lugar donde descansar, encontramos el Río Nilo. El empleado miró al suelo y tragando saliva nos preguntó si queríamos camas separadas o una matrimonial... Unas horas después nuestras carcajadas se oyeron por toda la Rambla, las escuchó la estatua de Colón y también el Mosso
d' Escuadra con voz de locutor de radio.
Tú olías a jazmín y yo a caramelo y el mundo entero se giró ese día a nuestro paso pidiendo: "No sé qué tenéis, pero yo quiero eso...". Subimos hasta Gràcia con un vaso de papel de Starbucks en la mano que rezaba: "Feliz cumple!! =)" y bajamos de nuevo para tomar un té en el País de las Maravillas. Ruidosas y libres bajo la lluvia, hombres hermosos nos sonreían y la dueña de una pequeña librería salió para saludarnos y desearnos lo mejor.
Buscando mi plaza preferida encontramos un oasis de vino y reposo, de risas y amantes que te hicieron sentir que estabas viva. Era mi regalo y también el tuyo. Lloramos, soñamos, cantamos y hasta recité el discurso que daré el día de tu boda con el italiano de aquel bar. Nos imaginé vestidas de madrinas atípicas; de vestido corto y mirada indecente, relamiendo la cuchara del pastel de boda. Nos hicimos promesas que sellamos con un pacto de aquel espeso vinagre (esa noche no habría brotado sangre de nuestras venas, solo alcohol). Hermanadas hasta el día de nuestra muerte, ya no podemos hacer otra cosa que rechazar lo mediocre.
Buscando mi plaza preferida encontramos un oasis de vino y reposo, de risas y amantes que te hicieron sentir que estabas viva. Era mi regalo y también el tuyo. Lloramos, soñamos, cantamos y hasta recité el discurso que daré el día de tu boda con el italiano de aquel bar. Nos imaginé vestidas de madrinas atípicas; de vestido corto y mirada indecente, relamiendo la cuchara del pastel de boda. Nos hicimos promesas que sellamos con un pacto de aquel espeso vinagre (esa noche no habría brotado sangre de nuestras venas, solo alcohol). Hermanadas hasta el día de nuestra muerte, ya no podemos hacer otra cosa que rechazar lo mediocre.
Recuerdo quedarme dormida en una almohada tan cómoda como una piedra sin más intención que la de despertar y saber que había sobrevivido. A las once de la mañana respiré hondo, me quité el maquillaje y pedí perdón a la mujer de la limpieza..
Regresamos vacías de necesidades y sin miedo a las preguntas. Con poca prisa por ver la nieve y bromeando hasta Guadalajara cada vez que aparecía una señal de "cambio de sentido", convertimos los sueños en realidad a golpe de bocadillos de salchichón y patatas fritas. Y es que la gracia hermana mía, la gracia ya lo ponemos nosotras.
¡Cuántos regalos desde por la mañana! ¡Cuán regalo tú!
Comentarios
..... Que yo estaba allí.