Oh, nada

Nunca te lo dije. ¿Cómo iba a decírtelo? Soy demasiado. Para todo. No te follan, te los follas. Así me va. Eres fuerte. Inspiras. Y así me va. Por eso cuando acaba la performance me siento en el sofá a oscuras, cubro mi cara con mis manos y rezo para que mañana nadie se acuerde de lo que ha pasado, de lo que he dicho. Ni siquiera yo.

Empatizar con los complejos de los demás menos con los míos. Entrar en la oscuridad de otros, conocer sus monstruos, entenderlos. Verles temblar, sangrar y morirse de miedo para luego temblar, sangrar y morirme de miedo sola con las sábanas manchadas. Me pongo la corona y me paseo desnuda por mi gueto. Es mi show. Yo lo he elegido y no hay nadie a quién pueda señalar con el dedo. No hay buenas noches, bueno, no hay que pedir perdón tampoco. 

Ya he llegado. Me muero de sueño. Hablamos. Un beso. Y que parezca que no ha ocurrido nada para empezar desde la nada otra vez. Otro mensaje. Otra botella de vino vacía.

Y mientras me meto en el fango, mientras me mojo con el sudor del siguiente aspirante a nada, pienso en ti. Sigues aquí. Debajo de todas las capas de piel y hueso. De los veranos y los inviernos. De los filtros y las composturas. Debajo de las ganas de mandarlo todo a la mierda y destrozarme la vida.

He intentado ser otra cosa mejor. Si es que puedo ser otra cosa mejor. Si es que hay algo mejor que pueda ser porque ni siquiera sé para lo que soy buena. Qué puedo decir, me he vuelto adicta a estar con gente con la que nunca pasa nada. 

El aire mueve la cortina de la ventana de la cocina, la lavadora da vueltas, tranquila y sin prisa, diría que no tiene ganas de hacer eso para lo que ha sido creada. Se para. Vuelve a empezar. Se para otra vez y se hace el silencio. Los gritos de los vencejos que pasan a toda velocidad esquivando cables de la luz y antenas parecen los míos, esos que solo escucho yo. Cojo un libro de Lucia Berlin, lo abro por cualquier página y que la tierra me trague cuando quiera. Me gusta estar sola. No ser nada. Me gusta demasiado. Como tú. Que aun me gustas casi tanto como me gusta no poder verte. Mándame una última canción, que hace tiempo que no bailo.







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