Je suis Helen De Beauvoir
Yo me había imaginado otra historia; un ma.. ma.. mar.. Uff.. A ver si soy capaz de decirlo.. mari.. marid... (Qué calor, ¿no?) marido. Eso. Marido. Es que no me salía.. Un marido (muy) guapo, comprensivo, cariñoso, que le gustaran los niños, que se acordara de nuestro aniversario, de mi cumpleaños y vivir juntos y felices en un apartamento en el centro de una gran ciudad, quizá Madrid, o Londres, oh! Paris, o Nueva York y hacer fiestas en casa con los amigos...
Puede que me hubiera ido mejor, pero no, la verdad es que nunca me paré a pensar qué quería con respecto a mi vida sentimental hasta que mi expareja me dijo: "Te voy a comprar un medicamento para subir la líbido". En ese momento crucial en el que solo existen dos opciones (una, ahogarle con la almohada y dos, huir) empecé a valorar la posibilidad de que no se me daba bien escoger y supe, por lo menos, lo que no quería.
Y es verdad, tengo mala visión, necesito gafas. O eso, o reeducarme. O mejor las dos cosas, así me garantizo a mí misma no fijarme en tipos que me puedan llegar a pedir un informe psiquiátrico para descartar que estoy loca, un analítica completa para confirmar que estoy limpia, el grupo sanguíneo para ver si soy compatible con el suyo o una carrera universitaria.. Y la lista muy seguramente siga, pero voy a parar porque quiero seguir siendo hetero.
Creo.
Llegados a este punto, si tuviera que imaginar ahora mismo una historia para mí, seguramente imaginaría una parecida a la de Beauvoir y Sartre. Eso sí, sin poligamía y con un ma... mar... marido (muy) guapo, comprensivo, cariñoso, que le gustaran los niños...
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