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Daguerrotipias

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Perro no come perro. Pero perro sí come los restos que deja otro perro. Un animal herido es más fácil de encerrar. Quise preguntar más pero fue suficiente. La realidad estaba ahí, el perro estaba ahí, queriendo dedicarme un día entero para mí sola después de que otro de su manada ejecutara su simulacro de caza. Debí parecerles a ambos, supongo, vulnerable y débil.  Les vi desplegar sus alas para exhibir sus vistosas y brillantes plumas y mostrar sus colmillos más grandes que los de otros candidatos. Ellos. Vosotros. Me enseñaísteis vuestro poder a través de lo que poseéis, que no siempre es material, a veces es una hipérbole de misteriosas habilidades que nunca nadie conoció y que solo habitan en la mente de quién cree tenerlas. Pero sí. Pasó. Y lo odio. Odio algunas veces, como decía Sylvia Plath, ser mujer.  Todo esto me ha hecho reflexionar en los precios a pagar por serlo pero sin haber aprendido a serlo. ¿Me explico? Porque.. ¿Y si nunca necesité un amo? ¿Y si todo este t...

Salida de emergencia

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Salió del bar como pudo, tropezando y apartando cuerpos con las manos. Era una de esas noches en las que todo acaba mal, de esas en las que le habría gustado ser otra, cualquiera, y no estar allí.  Buscó un callejón donde esconderse, se inclinó y el estómago empezó a contraerse parar vomitar el alcohol y todo lo que no había dicho durante mucho tiempo. Y vomitó. Y allí se quedó todo. La rabia, el dolor y las ganas de ser mejor persona. Creo que alguien me busca. - Joder …  No te encontraba ¿Qué haces aquí? Estás hecha un asco.. Te llevo a casa.. - sintió  cómo le golpeaban la cara para descuajarla de la embriaguez.   - Eh, eh.. ¿Estás bien joder?  - Estoy bien, estoy bien.. Es que hace mucho calor ahí dentro. Solo necesito que me de un poco el aire.  Otra arcada y el callejón se volvió negro.   … Siente caer el agua de una botella por la cabeza. Todo transcurre a cámara lenta. Mira su colgante balanceándose como un péndulo que intenta hipnoti...

Solsticios y vacíos

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Más horas de luz para que el vacío de los días dure tanto como una insoportable tarde de agosto. No es mala la intención pero al final todo termina saliendo. Despecho se llama el vino que acabo de abrir. Son las 21:44 y las golondrinas son las dueñas del cielo, no hay estrellas. Hay luz, eso sí. Mucha luz aún. Y también hay ese vacío que habita en las profundidades de las que nos da miedo casi todo. Miedo a perder, a ganar, a estar, a desaparecer, a que no te quieran y a que te quieran mucho también. Noches de despecho y hastío. Hoy no se duerme, lo presiento. Las cicatrices no se secan al sol, apareces con ellas en cada nuevo duelo al amanecer. Las pistolas cargadas, el vacío y los días infinitos. Que no falten horas para que en los huesos se noten los años que llevas culpándote de todo. Ahí, que duela. Que se sientan las heridas de abandono, de no ser suficiente, la autoestima hecha mierda y los dolores de rodilla. Se pierde paciencia con la vejez. Llevo tiempo dándome cuenta. Cada a...

Madre

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Todo el mundo te mira. Eres la protagonista. La MADRE. El principio y el fin. El todo. Porque toda la humanidad sale de ti. Te toca luchar siempre más de la cuenta, demostrar más de la cuenta, llorar más de la cuenta, ser la más fuerte y la más débil también, porque el privilegio del término medio no se hizo para ti. Llorar las lágrimas de otros, coser sus rotos y partirte las caderas  para que nada cambie. Porque para que la vida de los demás siga en orden tú, madre, tienes que claudicar, romperte en dos o en tres o en los pedazos que hagan falta. Pero el domingo recibiste tu ramo de flores, la metáfora de tu vida más cruel que tendrás que contemplar durante semanas hasta que se mueran. Ahí están, frescas, dulces, inmóviles y bellas como un día lo fuiste tú. Importantes, porque las madres somos importante, no sé para qué, pero lo somos. Mitificadas por unos y lapidadas por otros. Así de importantes. Generamos pasión y odio a partes iguales. Las flores. Qué bonitas son. Calladas, d...

Vengo a echarte de menos y me voy

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Yo te empujo y tú resistes. Yo suelto a los perros y tú corres. Yo sigo con mi vida y tú me esperas. Como quien espera un susto.  El juego era, es, ese. Tú te pierdes y yo te encuentro. Tú desapareces y yo me siento a ver cómo vuelves. Inventarnos mapas, disimular emboscadas, mentir hasta la náusea, borrar mensajes, cambiar el nombre. Y no poder gritarlo ni encender las luces. A oscuras, como los poemas que se mueren de no leerlos, como el universo descomponiéndose.  ¿Qué juego era ese, eh? Que nos quitaba de encima el polvo de la monotonía, las telarañas de la desidia.   La realidad me golpea como un ladrillo cuando me doy cuenta de que aunque te mire desde el horizonte, desde la trinchera que me libra de olerte y hacer un salto de fe con triple tirabuzón mortal, es urgente soltarte, dejarte ir.  No estoy aquí para que veas lo que no puedes ver, para aliviarte como un bálsamo y que sigas con tu vida y tus ventanas nuevas sin que nada se desencaje. Se me desencaje. N...

Partes oscuras

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A veces los recuerdos me sirven para creerme un poco más cerca de lo lejos. Alguna noche así como más negra, que no tengo que parecer emocionalmente estable ni ser sociable, que puedo ponerme a hacer aviones de papel y escuchar canciones que me quemen, me inyecto una dosis mortal de pasado y todos mis yoes desparramados se vuelven a juntar. El tiempo se para en algún punto más atrás y es otro día, otra hora y otra habitación. Esa canción. Tú. Esa canción. Tú. Noviembre huele distinto de camino a casa cuando acabas de joderle la vida a alguien. Como si tirara de mí un cable de acero, me esfuerzo por llegar a donde sea que tenga que hacerlo, convencida de que hay algo mejor esperándome al final del túnel. Pero no llego. No llega. No tiene prisa por llegar. Lo que has vivido, lo que has tocado, te acompaña. Siempre. Luego está la manera en la que te lo conjugas, la manera en la que consigues que no se note nada. Paso la página pero en la siguiente también está...

No se puede más

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El tocadiscos da vueltas y hay una luz dorada preciosa, trágica. Pones la palma de la mano hacia arriba sobre mi pierna y abres los dedos como una estrella de mar. Cojo tu mano y nuestros dedos encajan perfectos como si fueran los cilios de una planta carnívora. Te levantas y tiras de mí. El viejo vinilo suena, aunque más que sonar se queja, mientras la madera cruje bajo nuestros pies descalzos, indefensos, improvistos. Cerramos los ojos y empezamos a dar vueltas, una, dos, cuatro, siete, como las siete veces que te sentaste a los pies de mi cama. Siete ramos de rosas, siete te quieros escritos en siete tarjetas, siete  no lo hemos hecho tan mal, siete no puedo más, siete pasos hasta la puerta.  Hemos viajado en el tiempo de espaldas, resbalando  por los días líquidos, cegados por una bruma de terciopelo por la que nos dejábamos arropar. Amantes sin raíces y sin planes. Volando en círculos, perdiendo el tiempo, haciendo nada con el fuego de los primeros años.  Has de...

El cazador y la mujer pájaro

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A las 3 de la madrugada se levantó y se fue a dormir al sofá. Llevaba horas haciendo giros de 180 grados y encogiéndose en su lado de la cama para no tocar la piel del que yacía a su lado. No soportaba más el calor humano. Como una exiliada que coge solo lo necesario, agarró su almohada como una maleta y recorrió el pasillo que a esas horas parecía un callejón en penumbra. Se recostó bocarriba en el sillón y lo notó desnivelado,  por lo que tendría que dormir el resto de la noche sintiendo que el respaldo tiraba de ella para engullirla. Si ese era el precio del destierro, le parecía barato. Esa noche habían salido a cenar. Pensó que podrían charlar de sus cosas, tomar una buena cena, un vino, hablar de música, de libros, de la vida, del futuro, del futuro de sus vidas. Le miró y se dio cuenta de que estaba más guapo de lo normal y que le quedaba muy bien la camisa de cuadros. Pensó que podría volver a enamorarse. Por lo menos lo intentaría.  - ¿Te parece bien la torre de ...

Oh, nada

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Nunca te lo dije. ¿Cómo iba a decírtelo? Soy demasiado. Para todo. No te follan, te los follas. Así me va. Eres fuerte. Inspiras. Y así me va. Por eso cuando acaba la performance me siento en el sofá a oscuras, cubro mi cara con mis manos y rezo para que mañana nadie se acuerde de lo que ha pasado, de lo que he dicho. Ni siquiera yo. Empatizar con los complejos de los demás menos con los míos. Entrar en la oscuridad de otros, conocer sus monstruos, entenderlos. Verles temblar, sangrar y morirse de miedo para luego temblar, sangrar y morirme de miedo sola con las sábanas manchadas. Me pongo la corona y me paseo desnuda por mi gueto. Es mi show. Yo lo he elegido y no hay nadie a quién pueda señalar con el dedo. No hay buenas noches, bueno, no hay que pedir perdón tampoco.  Ya he llegado. Me muero de sueño. Hablamos. Un beso. Y que parezca que no ha ocurrido nada para empezar desde la nada otra vez. Otro mensaje. Otra botella de vino vacía. Y mientras me meto en el fango, mientras me ...

Me pido ser María Magdalena

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Un par de madalenas de chocolate era lo único que necesitábamos para pasarnos la tarde filosofando. Los hidratos se nos acumulaban en las caderas pero éramos felices. No nos importaba mucho el transcurrir de los días, era como vivir en la hora del vermut todo el tiempo. La vida era un plato de bravas en la Plaza del Sol, una tarde escuchando a Vetusta Morla, un camarero invitándonos a otra ronda o un bizcocho en el parque después del cole. La vida era una fiesta, nuestra fiesta. Y los demás solo podían mirar. Nos movíamos en una amplia gama de grises, todo podía ocurrir. Lo que hoy no era mañana podía serlo. Ahora estábamos aquí y más tarde en otro sitio, en Francia, en Barcelona o en un antro viendo tocar a un tal Nelson Poblete, que debía de ser un tío conocido, pero que a nosotras nos daba igual. Si había bajada de hormonas nos pasábamos el día a base de tostadas con mantequilla y mermelada, si había subida, también. Y risas, muchas risas, y secretos y palmadas y música a la ...